La paradoja de la igualdad
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Paradoja | igualdad | género | sexo | Noruega | investigación | Harald Eia
Soumaia Nejjar .-
¿Las diferencias de género son biológicas o sociales? Es fácil, a priori, responder a esta cuestión, sobre todo para estudiantes universitarios como nosotros, a los que en las aulas se nos ha enseñado que no hay diferencia alguna entre hombres y mujeres y que si la hay, es debido a la influencia de nuestra cultura, el entorno, la familia o el colegio, pero que desde luego no existen cuando nacemos sino que son el resultado de un proceso social.
Partiendo de esta tesis podría asegurarse que si en un determinado entorno se llega a niveles de igualdad perfectos y en los que ninguno de los factores antes mencionados pueden desencadenar ningún comportamiento estereotipado para hombres y mujeres no habrá colores, conductas, carreras o profesiones de hombres o mujeres. Ese entorno no es difícil de ubicar ya que los países escandinavos (Noruega, Suecia, Finlandia etc.) son los lugares donde más calidad de vida, mejores sueldos, más bienestar y derechos sociales hay y en los que menos delincuencia y fracaso escolar se dan. Es decir, representan el paraíso en este mundo tan convulso en el que vivimos.
Por desgracia eso no es así ya que pese a que Noruega es el país del mundo con más igualdad de género según un informe de la ONU, no es todo perfecto y algo tan ilustrativo como es el porcentaje de mujeres y hombres que hay en cada profesión, indica que en este campo no hay igualdad. Hay profesiones, tradicionalmente catalogadas como de hombres (ingeniería o construcción) en las que menos del 20% son mujeres. Lo mismo ocurre con las denominadas profesiones de mujeres puesto que el número de hombres enfermeros es muy bajo.
Con esta explicación comienza el documental “La paradoja de la igualdad”, emitido en la primavera de 2010 a través de la Cadena Cadena Estatal Noruega de Televisión (NRK) y conducido por el periodista Harald Eia. Se resalta que pese a que los índices de igualdad son inmejorables, las decisiones de los jóvenes a nivel laboral son más tradicionales que hace 15 años.
En el documental se plantea que no cabe duda de lo mucho que se ha avanzado ya que las mujeres en Noruega han pasado de ser amas de casas a tener puestos de responsabilidad en la política y otros sectores considerados tradicionalmente “de hombres”. Pero pese a ello, algo falla, puesto que tal y como se narra en el documental, los hombres y las mujeres del país con mayor igualdad de género trabajan en oficios distintos. Es aquí donde se presenta la paradoja.
La discriminación es una causa para este fenómeno que se desestima desde el primer momento debido a que en Noruega, siempre han luchado desde las distintas instituciones en contra de ella y no es un problema estructural como sí lo es en otros países.
En el documental se presentan dos corrientes que intentan dar explicación a la paradoja. Por un parte, los centros de estudios de igualdad y especialistas noruegos, que insisten en la existencia de estas diferencias porque la sociedad y las creencias culturales son las que desencadenan estos comportamientos pero en ningún caso se trata de diferencias innatas. Catherine Egeland, investigadora del Instituto de Investigación laboral sostiene que no hay diferencias [cerebrales] entre hombres y mujeres. A su vez, el investigador de género JØrgen Lorentzen del Centro Interdisciplinario de Investigación de Género de la Universidad de Oslo, tampoco cree que existan y que haya distinción alguna entre varones y féminas. Lorentzen asegura que los niños y las niñas actúan según las expectativas del entorno respecto a ellos y que estas les marcan cómo han de actuar. Añade que si los hombres y las mujeres fueran tratados de la misma manera desde el principio y estuvieran sometidos a las mismas expectativas, serían iguales.
Por otra parte, está la otra corriente, formada principalmente por investigadores británicos y americanos que encuentra una explicación diferente para estas diferencias en la elección de puestos de trabajo. Para ellos son innatas ya que desde el momento en el que nacen los niños y niñas actúan de una determinada manera.
Aunque los investigadores noruegos califican las investigaciones americanas como mediocres y especulativas, se da cabida en el documental a un profesor de psicología estadounidense llamado Richard Lippa, que hizo una encuesta en internet en la que preguntaba a hombres y mujeres de todo el mundo en qué les gustaría trabajar y los resultados que se obtuvieron arrojan que a las mujeres les gustaría trabajar en oficios en los que estén en relación con la gente y a los hombres con cosas físicas y vinculadas con la ingeniería y la física. Lippa plantea que sí existen diferencias innatas entre hombres y mujeres puesto que si la cultura tuviera alguna influencia, habría resultados distintos pero no los hay ya que los que los resultados recabados son iguales entre países tan opuestos como Noruega y Arabia Saudita.
Otro de los defensores de esta corriente, el investigador Trend Diseth, sugiere que estas diferencias vienen dadas durante el desarrollo a una edad muy temprana. Él realiza un estudio para comprobar si hay desemejanzas de género desde el principio mediante la disposición de juguetes masculinos, femeninos y neutros y comprueba que a partir de los nueve meses cada niño o niña se decanta con el que “le corresponde”. Diseth señala que los niños y las niñas tienen una clara disposición biológica y comportamiento sexual. Después el entorno, la cultura, las expectativas, valores atenúan o remarcan esto.
Otro defensor de las diferencias innatas es el profesor de psiquiatría en la universidad de Cambridge Simon Baron-Cohen y que realiza un sencillo pero ilustrativo experimento con recién nacidos en el que les muestra diferentes rostros y objetos mecánicos. Baron-Cohen obtiene que las niñas pasan mucho más tiempo observando el rostro y los niños el objeto mecánico. Por esto, según él, estas diferencias surgen en el útero materno y dependen de los niveles de testosterona que cada uno produce.
El profesor explica que los niños producen dos veces más testosterona que las niñas y que cuanto más altos son los niveles de testosterona, más lento es el desarrollo del lenguaje y menor es el contacto visual que establecen con los demás. Por tanto, se produce un desarrollo social más lento. Asimismo, cuando los niveles de testosterona son altos en los niños también durante el crecimiento, estos tienen más dificultad y menos empatía para apreciar los sentimientos y puntos de vista de los demás, pero que en cambio están más interesados en comparar sistemas.
En esta misma línea, Anne Campbell, psicóloga evolutiva, considera que nuestras características son el resultado de un largo proceso de selección y es que cada característica que aumente la capacidad de dejar descendencia, permanecerá en el código genético de los seres humanos. Es por eso que, al ser las mujeres las que dan a luz y crían a los bebés, sería muy sorprendente que no hubiesen desarrollado algún mecanismo psicológico que les ayudara a llevar a cabo esto y que además les resultase placentero. Eso da explicación a rasgos supuestamente femeninos como la empatía o evitar confrontaciones. Se trata de cualidades positivas que les ayudarán a sobrevivir y reproducirse. Y es por eso también que las mujeres eligen profesiones como enfermería, magisterio o trabajos de tipo social ya que existe en ellas un intercambio cooperativo que les hace sentir más cómodas.
Entonces surge la siguiente pregunta, ¿por qué en países con menos igualdad hay más mujeres que eligen carreras técnicas? Y la respuesta tiene que ver más con las expectativas de ascensión social y económica que tienen en estos lugares ya que mientras que el nivel de vida en países como Noruega permite que seas realmente libre para elegir la profesión que más te gusta, en otros países los jóvenes están más limitados ya que su máxima aspiración es conseguir un trabajo y si son las carreras técnicas las que les ofrecen eso, pues apostarán por ello. Esto es una realidad y así ocurre en Marruecos, mi país de origen. Todos los primos y primas que tengo que han decidido continuar con sus estudios, han elegido carreras vinculadas con la ingeniería, la informática y la arquitectura. Sobre todo las chicas. Ni se han planteado otro tipo de formación y es que en Marruecos, carreras vinculadas a las ciencias sociales y las humanidades, están muy infravaloradas y son pocos los que deciden estudiarlas. No es nada personal contra ellas, sino que es más que sabido que los pocos puestos de trabajo que puede haber se encuentran en esas carreras. Es una cuestión de supervivencia y ascensión laboral, económica y social. Nada más.
Después de este extenso resumen (pese a que resulte contradictoria esta etiqueta) cabe que nos planteemos, a posteriori, si las diferencias de género son innatas o sociales. Ninguno de los investigadores de la segunda corriente niega que son el resultado de un proceso social pero creen que hay también un componente innato. En cambio, los investigadores noruegos no conciben que pueda existir un factor biológico sino que para ellos todo es resultado de un proceso social en el que influyen una gran variedad de agentes como la familia, la edudación, la educación, la cultura y como no podía ser de otra manera, también los medios de comunicación.
Es indiscutible que los mass media constituyen uno de los principales factores ya que a través de los discursos públicos que emiiten, crean unas expectativas de comportamiento de lo que se supone que va acorde con el sexo masculino y femenino. Es decir, se encargan de construir en el imaginario de la sociedad unos esquemas y etiquetas mentales que simplifican y destrañan el mundo, as personas o incluso las relaciones sociales. Son una estrucutura de poder social (Van Dijk) cuyo discurso legitima lo que el resto de estructuras de poder social defienden.
Bajo mi punto de vista, este explicación es la más lógica, razonada y realista a las diferencias de género que existen pero no puedo evitar pensar que quizá, en una pequeñísima parte, si hay un compomente innato o biólogico. He tenido experiencias cercanas que me han hecho llegar a conclusiones parecidas. Me explico.
Desde que mi hermana tuvo a su hija, nunca le ha vestido de rosa ni le ha comprado de lo catalogado como para niñas. Siempre ha optado por colores neutros y juguetes y objetos también neutros.Pero pese a ello, la niña se decantó siempre por ese color y por objetos que eran supuestamente para niñas pero que mi hermana nunca le enseñó ni le compró. La niña tenía una predisposición y unas preferencias que a mi hermana le sorprendían. Decía: ¿Cómo puede gustarle tanto ese color o ese juguete si en casa nunca lo ha visto? Al ver en el documental el experimento de Tren Diseth, enseguida me acordé de lo que sucedía (y sucede con mi sobrina). No quiero decir que mi experiencia personal con este caso particular sea suficiente para explicar lo que ocurre y dar una respuesta definitiva pero da qué pensar. Además, hasta el momento nada demuestra que no haya un elemento innato o biológico que marqué nuestra conducta como hombres y mujeres, por lo que lo más sensato es afirmar que aunque casi todo es producto de un largo proceso de socialización que comienza en el momento en el que nacemos y que dura toda la vida, quizá haya que dejar un pequeño lugar a la biología y a las huellas que la evolución de la especie ha dejado en hombres y mujeres, tal y como asegura la psicóloga evolutiva Anne Campbell.