Sefardíes sí, moriscos no
SOUMAIA NEJJAR - OPINIÓN
Hace unos meses leí una noticia que me sorprendió. No solo me sorprendió sino que también me indignó. Se trataba de un proyecto de ley formulado por entonces ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón (para variar), que contemplaba que los judíos sefardíes tendrían la posibilidad de conseguir la nacioanalidad española. Tras la dimisión de Gallardón, su sucesor en el cargo, Rafael Català, anunció que esta iniciativa continuaría en marcha y que esta permitiría otorgar la nacionalidad española "a aquellos descendientes que prueben su condición de sefardíes originarios de España" y "demuestren también una especial vinculación con España".
No es necesario ser un erudito en historia de España para saber que los Reyes Católicos no solo mandaron a expulsar de la península a los judíos sino también a los moriscos. Tanto unos como otros se asentaron principalmente en las ciudades del norte de Marruecos aunque también en otras ciudades importantes como Rabat o Fés.
Mi familia es originaria de una ciudad septentrional de Marruecos llamada Chefchauen, muy cerca de Tetouán. La mayoría de los habitantes de estas ciudades son descendientes de moriscos. Esto se sabe principalmente por su apellido ya que hay un listado de patronímicos que corresponden a aquellos que moriscos que fueron expulsados de la península.
Al leer la noticia no pude evitar sentir una cierta marginación ya que los dos colectivos están en su derecho de ser redimidos por aquella injusticia histórica pero a la hora de la verdad el Gobierno español ha optado por tener en cuenta solo a uno de ellos. No voy a dedicar este artículo a analizar las motivaciones que han llevado a esta decisión tan poco imparcial por parte del Gobierno de España ni a echar de la culpa de todos los males de los árabes y/o musulmanes a los judíos pero si que me interesa que el lector medite al respecto ya que en la gran mayoría de medios se recogía la noticia no invitaban a una reflexión más profunda como si lo hace el artículo publicado en el blog Orilla Sur por Ignacio Cembrero, corresponsal de El País durante más de tres décadas en Oriente Próximo, el Magreb y la Unión Europea.
Los moriscos, es decir los musulmanes que aparentaban haberse convertido al cristianismo pero practicaban con frecuencia el islam a escondidas, fueron expulsados de España un siglo después de los judíos. Eran unos 300.000 que en su mayoría se instalaron en el Magreb, sobre todo en Marruecos donde se les llama andalusíes. Tienen también apellidos específicos como Bargachi, Piro, Molato, Sordo, Mulin, Denia etcétera.
¿Por qué el Gobierno quiere conceder a los sefardíes lo que no está dispuesto a dar a los moriscos? En Justicia y en Asuntos Exteriores argumentan bajo cuerda que estos últimos, a diferencia de los primeros, han perdido cualquier vínculo cultural y lingüístico con España. Muchos sefardíes tampoco tienen lazos con la que fue su patria y, sin embargo, tendrán la ocasión de demostrar lo contrario.
¿Por qué los moriscos no tendrán esa misma oportunidad si el objetivo es, como dijo Catalán, reconciliar a España con su pasado?
Respecto a las causas de esta decisión discriminatoria, Cembrero señala como principal que "no se trata ahora de un gesto hacia Israel sino más bien hacia EE UU donde los lobbies judíos tienen mucho peso y la iniciativa española ha sido alabada. Atraer a sefardíes puede además significar captar inversión y dinamizar una economía española que necesita estímulos. Los moriscos no pueden ofrecer lo mismo"
El concepto de poder es fundamental en la explicación de Cembrero aunque él no lo mencione de manera explícita. Según Manuel Castells, el poder es la capacitad relacional que permite a un actor social influir de forma asimétrica en las decisiones del resto de actores sociales de modo que se favorece la voluntad, los intereses y los valores del actores que ostentan el poder. El poder se contruye mediante la construcción de significados y discursos interesados y la difusión y legitimización de estos. Los medios de comunicación son fundamentales para asentar estos significados ya que medieante el control de los mensajes que generan las instituciones generadoras de discursos se ejerce también el poder, que en el caso que nos ocupa es político, económIco y cultural.
No es un secreto que los grandes medios de comunicación forman parte de conglomerados que aúnan diferentes tipos de empresas. Bancos, empresas tecnológicas, o incluso petroleras operan en la misma línea que medios de comunicación que han de velar por los intereses de los ciudadanos y cumplir con un su función de watch dog. El beneficio económico y las decisiones políticas se antepondrán a todo lo demás por lo que será muy díficil que se muestren opiniones divergentes o críticas con las estructuras de poder que imperan. Este es orden mundial actual y lamentablemente así se explican decisiones como las que ha tomado el Gobierno español. Que nadie sea tan ingenuo y piense que se trata de un hecho aislado.