Pero si yo te quería
ALBA BOIX
¿Qué está pasando en España? ¿A qué se debe toda esta vorágine de maltrato, violencia y agresiones sexuales que sobrevuela todas las parrillas mediáticas desde los últimos años? ¿A caso los hombres españoles son más valientes que sus compañeros europeos? Parece que no.
Los españoles siguen estando por debajo de la media europea en cuanto a violencia de género se refiere. No quiero imaginar lo que está pasando en el resto de países vecinos. El 22 por ciento de las españolas confiesa haber sufrido alguna vez en su vida un episodio de violencia física o sexual, y un 4 por ciento ha sufrido este ataque en el último año, tal y como muestra una encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), que presenta a España entre los países con niveles más bajos de este tipo de violencia.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el pasado año en España se registraron 54 asesinatos con violencia a mujeres; 23 de ellas murieron a manos de su ex pareja o con el que estaban en fase de ruptura, y 31 de ellas mantenían una relación amorosa con su asesino.
¿Qué le pasa a un hombre por la cabeza para llegar a tal extremo? Celos, furia, envidia, despecho, miedo al abandono…Todos estos sentimientos son los más comunes entre el perfil del maltratador. Este tipo de hombres necesitan sentirse viriles, pero cuando ven que esta fama peligra, son capaces de cualquier cosa para demostrar quién es el dominante y quién el dominado. La publicidad, televisión, el cine y la cultura del capitalismo han disparado a niveles insospechados la creencia de inferioridad por parte de la mujer. Mientras que el hombre con este perfil violento sigue siendo igual de fuerte y prepotente como lo era al principio de los tiempos.
Los estereotipos, ese gran obstáculo para el crecimiento personal de la mujer. Nos etiquetan, nos posicionan y nos encasillan. La mujer débil, la estrecha, “la tía buena”, la llorona…No todas somos así. En este mismo artículo, cuando me refiero a los hombres, no los pongo a todos en el mismo saco. ¿Por qué no sucede lo mismo con las mujeres? Cada una tiene sus virtudes y defectos, como todo el mundo. Pero los estereotipos machistas no nos dejan avanzar.
Desde aquí, quiero romper una lanza por el fin de los estereotipos.
Las mujeres no somos el sexo débil, porque “Nadie es más que nadie”.